Angélica Rivera resulta electa para realizar una campaña para el gobierno del estado de México, cuyo gobernador era Enrique Peña Nieto. Según narra Alberto Tavira, en su libro ‘Las mujeres de Peña Nieto’, el gobernador había pedido una lista de las actrices más famosas del momento para elegir a una que se convirtiera en la imagen y promotora de los logros de su gobierno. Elegía, sin embargo, a la que también sería su futura esposa. La lista de famosas la encabezaba Rivera que había protagonizado en 2007 ‘Destilando Amor’, una novela sobre una humilde jornalera que vivía un romance con un poderoso productor de tequila y que se convirtió en la tercera novela con más rating en la historia de la televisión mexicana. A mitad de año, se les comenzó a ver juntos en varios eventos políticos y sociales. Fue en este contexto en el que el noviazgo entre Rivera y Peña Nieto se dio a conocer. Luego la batuta de la promoción de los proyectos del estado de México la asumiría otra emblemática y versátil actriz, Lucero.

Desde los inicios de su romance, la relación entre Rivera y Peña Nieto levantó muchas dudas ante la conveniencia de esa unión, sobre todo, cuando se empezó a perfilar al gobernador como futuro presidente: “Lo que pasaba en sus cabezas y corazones no lo sabemos, pero visto desde afuera era muy evidente que era un asunto de marketing, ellos hicieron de su relación parte de la campaña. De hecho, un componente importante del discurso de campaña era el gobernador guapo e inteligente que se iba a casar con la actriz de moda. Esa fue la noticia que se dio una y otra vez en la prensa rosa y del corazón y que de alguna manera amplió el cubrimiento político que recibía Peña Nieto”, le dijo a Univision Noticias Daniel Lizárraga, periodista investigativo que durante años cubrió los avatares del gobierno de Peña Nieto y de su mujer.

Era como un cuento de hadas. Los mexicanos tenían su propia versión de los matrimonios televisados y con cobertura de 24 horas, al estilo de la realeza inglesa. Enrique Peña Nieto y Angélica Rivera por fin se casaron en la catedral de la ciudad de Toluca. Sin embargo, no era difícil preguntarse cómo si Rivera ya había estado casada por la iglesia, y de hecho tenía tres hijas de ese matrimonio, podía ahora volver vestida de blanco del brazo de su esposo. ¿Acaso eso no estaba prohibido? ¿Consiguió un perdón?

Aunque esta duda quedó sembrada desde el mismo momento del matrimonio a finales de 2010, solo sería hasta febrero de 2016 cuando el equipo de investigación de Carmen Aristegui revelaría el juego de irregularidades y falsedades que se tuvieron que producir en el interior de la iglesia para poder invalidar el anterior matrimonio de la actriz con el productor José Alberto Castro, para que así hubiera vía libre ante la iglesia para que el gobernador pudiera tener un matrimonio religioso y de blanco, como lo demanda la tradición. Uno de esos hechos fue el acabar con la carrera y reputación del padre Salinas Aranda, que había casado por primera vez a Rivera, y que terminó en un proceso que luego incluso el Vaticano condenó, calificándolo como "un craso simulacro de justicia". Si se invalidaba al cura, cualquier matrimonio oficiado por él quedaba anulado también.

Peña Nieto casado por la iglesia y con una famosa ganó la presidencia de manera contundente, con 3,3 millones de votos de diferencia. “La campaña de marketing fue muy exitosa. Le fue muy bien, al grado que Peña Nieto ganó con holgura la presidencia de la república, y no puede negarse que ese manejo social tuvo cierto grado de influencia”, asegura Daniel Lizárraga quien añade que Rivera era la compañera ideal: “Era una mujer guapa acompañando un hombre guapo, no se necesitaba mucho más que eso, su trabajo como primera dama con la institución que ayuda a la infancia desvalida fue discreto, no tuvo impacto, y ella no hablaba muy bien en público, así que más valdría decir que ella resultó efectiva más por su rol de propaganda que por la capacidad de cumplir a cabalidad su rol de primera dama”.

El escándalo se desató casi de manera inesperada. Angélica Rivera, más propensa a darle entrevistas a las revistas de entretenimiento que a las de política, había salido en un reportaje de la revista Hola hablando de su nueva casa ubicada en las Lomas de Chapultepec, a donde se mudaría con el presidente después de su mandato. Tras un año de investigación el equipo de Carmen Aristegui reveló que esa casa no estaba a nombre de ninguno de los dos supuestos dueños sino a nombre del grupo Higa, que hacía negocios con el gobierno. Ante el escándalo y la cifra estrafalaria del costo de la vivienda, el país le pidió al presidente que diera una explicación. Sin embargo, la que salió a dar explicaciones fue su esposa, quien dijo ser ella la dueña de la casa.

“Empecé mi carrera desde los 15 años, he celebrado distintos contratos con Televisa”, se le oía decir a la actriz que salió en la televisión nacional explicando de dónde había salido el dinero para pagar la carísima casa. En un largo video, la primera dama intentó dejar claro que ella tenía dinero suficiente para tener una casa así “para ella y sus hijas”. “El escándalo de la casa marcó un antes y un después en su relación como pareja. Que ella haya tenido que salir a dar la cara en lugar del presidente fue bochornoso, ella tuvo que responder por algo que era su responsabilidad, pero esa fue la única forma de salvarle la cara al presidente”, explica Lizárraga.

Efectivamente las apariciones públicas del presidente mexicano y la primera dama cada vez empezaron a dar más razones para sospechar que algo no andaba bien. En su viaje en 2015 con los Reyes de España, las cámaras capturaban el desaire del presidente que parecía no querer darle la mano a su mujer, gesto que parecía luego ser respondido por la primera dama en un viaje a Zacatecas, en donde fue ella quien se rehusó a darle la mano al caminar.

Según fueron reportando diferentes medios mexicanos, aunque en público y redes sociales la pareja mostraba fotos en familia, en la privacidad mantenían vidas distantes en las que pasaban separados casi todos los fines de semana. Vivían en residencias separadas, él solía ir al club de Golf de Ixtapan en donde escasamente se vio a Angélica Rivera. En sus viajes internacionales pedían habitaciones separadas, salvo que los invitados les otorgaran una sola habitación. “La popularidad del presidente fue cayendo, para noviembre de 2018 la aprobación alcanzaba tan solo el 24% y aunque la popularidad de la primera dama nunca se midió, ese rechazo de los ciudadanos con el gobierno era de alguna manera también un rechazo hacia ella”, explica el periodista, que siguió de cerca todo el decaimiento de la opinión pública, que también condenó abiertamente sus excesos con la moda que la llevaban a usar costosísimos vestidos.

Después de que esas revistas del corazón –que tan estratégicas resultaron en tiempos de campañas presidenciales– empezaran a develar que la relación entre el ahora expresidente y la exprimera dama no iba tan bien y a mostrar a Peña Nieto rodeado de otras mujeres, el 8 de febrero de 2019 la actriz decidió acabar con las habladurías y anunciar su divorcio. Lo hizo a título personal, como si la decisión hubiera sido tomada por ella y no en conjunto. "Lamento profundamente esta situación tan dolorosa para mí y para nuestros hijos. Por tal motivo he tomado la decisión de divorciarme". Los que desde el principio levantaron dudas sobre la legitimidad del matrimonio entre Peña Nieto y Angélica Rivera han encontrado en este repentino divorcio –alineado además con el cambio de mandato presidencial– más argumentos de los que valerse: “Este divorcio es como si se hubiera acabado el contrato, o la novela”, concluye Daniel Lizárraga.