Aunque la conexión entre humanos y caballos es milenaria, fue el ejemplo de Lis Hartel, una jinete danesa, lo que impulsó el uso terapéutico moderno de la equitación. A pesar de quedar parcialmente paralizada por la polio, Hartel ganó una medalla olímpica en 1952, demostrando que el movimiento del caballo podía ser una herramienta poderosa para la rehabilitación física. Su historia inspiró la creación de programas de hipoterapia en Europa, marcando el inicio de la equinoterapia como una práctica clínica reconocida en el mundo.