Entre 1950-1982 el país disfrutó de baja inflación y crecimiento sostenido. En 1981 el billete de mayor denominación era de 500 bolívares.
En 1991, cuando el modelo sustentado en el petróleo comenzó a hundirse, apareció el billete de 1,000 bolívares; en 1994, el de 5,000 bolívares; y en febrero de 1998, el de 20,000 bolívares.
En 1994-1995, Venezuela sufrió una severa crisis bancaria. A comienzos de 1998, se desplomó el precio del petróleo -que aportaba 96% del ingreso de dólares- como consecuencia de la crisis asiática.
Entre febrero de 1994, cuando el presidente Rafael Caldera inició su período y agosto de 1998, la inflación acumuló un salto de 785%. En ese periodo, el Banco Central emitió dos nuevos billetes: uno de 10,000 bolívares y otro de 20,000, que se convirtió en el de mayor denominación y equivalía a 39 dólares.
En diciembre de 1998 los venezolanos eligieron como presidente a Hugo Chávez, que prometía el regreso de la prosperidad y la estabilidad de la moneda.
Tras los primeros cuatro años de mandato del expresidente Hugo Chávez, caracterizados por una constante inestabilidad política, la inflación acumuló un salto de 100%.
El 28 de noviembre el Banco Central introdujo un billete de 50,000 bolívares para facilitar las transacciones. En ese momento, con ese billete que equivalía a 38 dólares al tipo de cambio oficial se podían comprar 42 gaseosas de dos litros.
A partir de febrero de 2003, Hugo Chávez intentó alcanzar la estabilidad controlando el precio de los productos básicos y estableciendo un férreo control de cambio para limitar la compra de dólares.
Los controles de precios fracasaron y el alza continuó en un ritmo moderado pero constante: en total, durante los primeros ocho años de Hugo Chávez la inflación acumuló un salto de 398% y la cantidad de ceros dificultaba las transacciones diarias.
Para corregir el desequilibrio, el 3 de enero de 2008 Hugo Chávez le restó tres ceros al cono monetario y lanzó el “bolívar fuerte”, una moneda llamada a reflejar un período de prosperidad y estabilidad.
El billete de mayor denominación pasó a ser el de 100 bolívares y con este se podían comprar 25 gaseosas de dos litros.
Gastón Parra Luzardo, para ese entonces presidente del instituto emisor, aseguró entonces: “La reconversión monetaria es un compromiso del Banco Central de Venezuela y del Ejecutivo Nacional para fortalecer la moneda y reafirmar el objetivo de estabilidad de la economía”.
La inflación, lejos de estabilizarse, se aceleró notablemente en especial a partir de 2014 cuando asumió la presidencia Nicolás Maduro, al punto que entre 2008-2016 registró un salto de 6,451% que obligó a introducir nuevos billetes.
El 15 de diciembre de 2016, la pieza de 20,000 bolívares pasó a ser la de mayor denominación. Con ese billete se podían comprar siete gaseosas de dos litros el día de su puesta en circulación.
La inflación continuó acelerándose una vez que la administración de Nicolás Maduro comenzó a crear dinero para cubrir gastos, algo que disparó la demanda en momentos en que el descenso de la producción de petróleo y el declive en los precios del barril habían obligado a un feroz recorte de las importaciones.
Economistas coinciden en que la hiperinflación hizo erupción una vez que la caída de la producción hundió la recaudación de impuestos, generando un enorme déficit en las cuentas públicas que alcanzó 19% del PIB. Ante este desajuste, el gobierno optó por crear nuevos bolívares a un ritmo frenético, originando un profundo desbalance entre la oferta y la demanda: más dinero detrás de pocos productos, una combinación que disparó los precios.
Técnicamente Venezuela ingresó al túnel de la hiperinflación en diciembre de 2017. Para diagnosticar esta enfermedad la mayoría de los economistas emplea la definición que en 1956 estableció Phillip Cagan: un país sufre hiperinflación cuando la inflación alcanza 50% en un mes y culmina cuando en un período de doce meses no ha habido otro mes de 50%.
El 2 de noviembre de este 2017, el Banco Central emitió un nuevo billete de 100,000 bolívares fuertes: permitía comprar cinco gaseosas de dos litros cuando fue emitido.
La continua creación de dinero por parte del Banco Central para financiar al Gobierno catapultó los precios. En mayo de 2018, la inflación experimentó una variación de 110% y la moneda prácticamente se había evaporado.
El 20 de agosto de 2018 la administración de Nicolás Maduro le restó cinco ceros al cono monetario y creó el “bolívar soberano”, símbolo de lo que llamó el Programa de Recuperación Económica.
El mandatario admitió: “Tuvimos que ir a la emisión de dinero para poder respaldar las misiones socialistas: la construcción de viviendas, para poder respaldar el sistema de bonos de los carnets de la patria, para poder respaldar los aumentos bimensuales de salarios, de cesta tickets”.
El billete de mayor denominación pasó a ser el de 500 bolívares soberanos: al momento del lanzamiento permitía comprar ocho gaseosas de dos litros.
Las cifras del Banco Central indican que en 2018 el precio de los alimentos y bebidas no alcohólicas, la variable que más impacta a las familias de menos recursos, aumentó en promedio 143,786%. Otras variables que aumentaron vertiginosamente en este año: vestido y calzado, 86.506%; salud, 167,925% y transporte 134,238%.
El gobierno continuó con la creación de dinero. Mientras, la caída en el ingreso de dólares por el desplome de la producción de petróleo dejó a las empresas sin suficientes divisas para importar materia prima, con lo que la oferta de productos se redujo notablemente.
El 13 de junio, el Banco Central puso en circulación tres nuevos billetes. El de mayor denominación es de 50,000 bolívares soberanos: compra dos gaseosas de dos litros y al tipo de cambio oficial equivale a 8 dólares.
Las estadísticas oficiales indican que tras un salto de 196,6% en enero de este año, la inflación se desaceleró hasta 33,8% en abril, pero el resultado obedece a que el gobierno aumentó hasta niveles récord la porción de los depósitos que los bancos no pueden prestar, desencadenando un recorte del crédito que frenó la expansión del dinero.
Ronald Balza, decano de la Facultad de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello, explica: “Esta desaceleración de la inflación se ha logrado secando el crédito en una economía que acumula veinte trimestres consecutivos de caída del PIB. Aparte de que esto impacta a la banca, estamos lejos de alcanzar la estabilización”.