John Adams ejerció como el vicepresidente de George Washington, primer presidente estadounidense, y lo sucedió en el cargo el 4 de marzo de 1797. Su mandato duró hasta 1801.
¿El sucesor de Adams? Su propio vicepresidente, Thomas Jefferson, cuya toma de posesión se celebró ese 4 de marzo de 1801, a la que el saliente mandatario no asistió.
En su descargo, hay que apuntar que, según la historia oficial de la Casa Blanca, Adams tampoco fue nunca invitado formalmente por Jefferson.
Adams abandonó el edificio presidencial a las 4 de la mañana del día de la toma de posesión de su sucesor. No está claro por qué el saliente presidente se fue en medio de la madrugada, ya que no dejó registro de ello.
Es posible que haya querido evitar que se desataran incidentes entre federalistas (del partido al que él pertenecía) y demócratas-republicanos, el partido de Jefferson, ya que esta era la primera vez que la presidencia se transfería a un partido opuesto, indica la Casa Blanca.
En la mañana de la inauguración, cerca de las 10 am, hubo un pequeño desfile de artillería y pasado el mediodía, Jefferson caminó al Capitolio en donde dio un discurso que duró "menos de diez minutos", en un tono conciliador, según crónicas de la época.
La división política entre federalistas y republicanos crecía significativamente: los primeros señalaban a los republicanos como radicales comparables a los revolucionarios franceses; los seguidores de Jefferson señalaban a los federalistas como 'súbditos' de la corona británica.
En las elecciones de ese entonces, además, aún no se realizaba con candidatos presidenciales y vicepresidenciales en la misma papeleta. Por ello, Jefferson y su compañero copartidario, Aaron Burr, derrotaron a Adams, aunque empataron entre ellos.
Eso significó que la decisión de la elección se trasladó a la Cámara de Representantes en donde Jefferson obtuvo la mayoría mínima de los votos en la trigésima sexta votación. El federalista Alexander Hamilton fue clave para romper el punto muerto a favor de Jefferson.
Burr se convirtió en vicepresidente tras quedar segundo en votos.
En ese contexto es que Adams abandona la Casa Blanca. Su aceptación 'silenciosa' de los resultados y su entrega pacífica de poder sentó un precedente importante para las venideras transiciones.
John Quincy Adams, hijo del segundo presidente de EEUU, fue secretario de Estado del presidente James Monroe hasta que en 1824 se lanzó por el más alto cargo del país.
Esa elección de 1824, señala History, los votos populares se contaron 'oficialmente' por primera vez. Su principal contrincante, Andrew Jackson, obtuvo 99 votos electorales y 153,544 votos mientras que Adams recibió 84 votos electorales y 108,740 votos populares. El resto de los votos se distribuyó entre otros candidatos lo que hizo que ninguno recibiera la mayoría del total de votos electorales.
Eso hizo que, siguiendo la Enmienda 12 de la Constitución, la elección presidencial pasara a la Cámara Baja. El representante Henry Clay, que había quedado cuarto en la elección presidencial, usó su influencia en favor de Adams. En febrero de 1825, la Cámara Baja eligió a Adams como presidente, quien nombró a Clay en el puesto clave de secretario de Estado. Por eso, los partidarios de Jackson dijeron que hubo algún acuerdo corrupto entre Clay y Adams.
Cuatro años más tarde llegó una revancha para Jackson, quien tras una no muy notable administración de Adams, en 1828, lo derrotó con más del doble de votos electorales.
Jackson era un veterano de 61 años que la historia oficial de la Casa Blanca, cuenta que era considerado "el hombre del pueblo".
El electo Jackson llegó a Washington el 11 de febrero de 1829 y ni Adams lo invitó a Jackson a la Casa Blanca, ni él fue a visitarlo. Diferentes relatos de la época señalan que Adams intentó sin éxito un acercamiento a Jackson para lograr un traspaso cordial de poder.
Calladamente y tal como lo hizo su padre, Adams se mudó en medio de la noche del 3 de marzo, el día previo a la toma de posesión de Jackson. Como su padre, no asistió a la toma de posesión de su sucesor.
El 4 de marzo de 1829, la fiesta inaugural de Jackson consistió en una breve ceremonia en el Capitolio que fue descrita como una caótica masa de gente que se acercaba a saludarlo ante el recelo de las élites capitalinas.
Johnson era un senador por Tennessee cuando estalló la Guerra Civil en 1861 y permaneció en su puesto pese a la crisis secesionista a la que se sumó su estado. El presidente Abraham Lincoln lo nombró gobernador militar del estado en 1862, y en pos de la unificación, en 1864 Johnson fue elegido vicepresidente pese a representar los intereses del bando sureño vencido en la guerra.
En 1865, tras el asesinato del presidente Lincoln, Johnson asume el cargo desde donde impulsó una política de reconstrucción para el sur derrotado que incluía amnistías para los confederados y libertades a los gobiernos sureños que permitiría continuar con formas de esclavización de los negros.
El Congreso, dominado por los republicanos, que en ese entonces eran el partido antiesclavista, comenzó una lucha cuerpo a cuerpo con Johnson. Aprobaron la Ley de Derechos Civiles de 1866, que estableció a los negros como ciudadanos estadounidenses y prohibió la discriminación.
También revirtieron vetos presidenciales de Johnson y para sesgarlo, en 1867 el Congreso puso a los estados del Sur otra vez bajo dominio militar y aprobó legislación que le prohibía al presidente destituir a los funcionarios federales sin consultar al Senado.
Johnson buscaba deshacerse de secretario de Guerra Edwin Stanton, alineado con los ideales de Lincoln. Intentó reemplazarlo por Ulysses Grant, quien terminó devolviéndole la oficina a Stanton. En un segundo intento, Johnson violó la Ley de Tenencia en el cargo, lo que le costó ser el primer presidente de la historia en ser llevado a impeachment. La Cámara Baja votó once artículos en su contra, fue juzgado por el Senado en 1868 y, como no se llegó a los dos tercios de los votos fue absuelto y permaneció en la Casa Blanca.
Para la elección presidencial de 1868, Johnson no logró conseguir la nominación presidencial demócrata. Ulysses Grant, el popular militar que dirigió los ejércitos del norte en la Guerra Civil y que apoyó las políticas de reconstrucción para el Sur de los republicanos, ganó fácilmente la elección.
La tormentosa presidencia de Johnson creó una "aversión mutua" entre los dos hombres, dice la historia de la Casa Blanca.
En los preparativos para la fiesta inaugural, relatos señalan que Grant se negó a movilizarse en el mismo carruaje que Johnson y tras barajar la idea de dos carruajes, uno para el mandatario saliente y otro para el entrante, Johnson desistió.
El saliente presidente decidió no ir a la inauguración y pasó la mañana de la asunción de Grant, el 4 de marzo de 1869, firmando leyes de última hora.
La toma de posesión Grant fue en el pórtico del Capitolio y contó con un desfile mayor a los que se habían hecho hasta entonces, incluida una marcha por la Avenida Pennsylvania.
Con la llegada del siglo XX, la cortesía y las buenas maneras parecían haberse asentado en la política estadounidense. No es que no hubiera desencuentros y hasta antipatías entre presidentes entrantes y salientes, pero el consenso era mantener las formas para proyectar la idea de que el traspaso del poder seguía cumpliéndose de manera ordenada y pacífica.
Hasta que se produjo la elección de Joe Biden como presidente en noviembre de 2020 y el perdedor, Donald Trump, se dedicó a deslegitimar esa victoria con una serie de infundadas teorías de que había sido víctima de un fraude.
Por más de dos meses, Trump no solo se negó a reconocer el triunfo de Biden, sino que presentó decenas de recursos ante cortes aduciendo supuestas ilegalidades en el proceso en varios estados clave (ninguna prosperó por falta de pruebas), presionó a funcionarios estatales para que le "ayudaran" a "encontrar votos" para revertir el triunfo del demócrata y falló en todos los pedidos de recuentos y verificaciones que se hicieron sobre resultados que él cuestionaba.
Ni siquiera cuando en diciembre el Colegio Electoral certificó la victoria del demócrata, el mandatario saliente aceptó el resultado. Él, sus asesores y decenas de políticos republicanos siguieron cultivando en redes sociales y medios conservadores el infundio del fraude, azuzando los ánimos de sus seguidores.
A todas estas, Biden empezó a conformar su gabinete y aunque Trump no autorizó que miembros de su gobierno empezaran a negociar el traspaso de sus puestos, como manda la ley y la costumbre en EEUU, todos daban por sentado que el 20 de enero de 2021 se produciría el cambio de mando.
El 6 de enero de 2021, lo que debía ser una protocolar lectura en sesión bicameral del Congreso del resultado certificado por el Colegio Electoral terminó con un violento asalto de simpatizantes de Trump al Capitolio, inédito en la historia del país, y que acabó con cinco muertos.
Cuando los congresistas contaban los votos, el presidente arengaba a sus seguidores con la tesis del fraude y les daba a entender que todavía podía revertirse el resultado con un discurso que fue considerado por la Cámara de Representantes como una "incitación a la insurrección" y que le costó al mandatario el segundo impeachment de su presidencia.
Dos días después del asalto al Capitolio, uno de los últimos mensajes que pudo poner en su cuenta de Twitter antes de que le fuera cancelada por “fomentar la violencia”, Trump aclaró, por si había dudas, que no iría a la toma de posesión de Biden.
Esta vez tampoco hubo visita guiada previa a la nueva pareja presidencial, ni un té entre los presidentes. Trump dejará la residencia oficial la mañana del miércoles 20, antes de que al mediodía se acabe su mandato, lo que parece seguir la tradición de los expresidentes Adams: evitar encuentros con el hombre que lo derrotó.