“Cuando los pulmones están tan deteriorados que el paciente no recibe suficiente oxígeno”, explica la pulmonóloga Daniela Lamas en un artículo publicado en el New York Times.
En pocas palabras: cuando la persona no puede respirar por su cuenta y las máscaras de oxígeno o cánula nasal de oxígeno no ayudan lo suficiente.
Por lo general, cuando se determina que alguien lo necesita no hay tiempo que perder. “Se puede ayudar al paciente por un periodo corto de tiempo con otra técnica, pero si la persona está en estado crítico usualmente hay que conectarla al respirador artificial en menos de 30 minutos”, aclara a The Guardian John Wilson, médico especializado en condiciones respiratorias.
El respirador artificial se conecta a la persona a través de un tubo endotraqueal que se coloca en la boca o nariz y hacia las cuerdas vocales, un proceso que se conoce como intubación. En algunos casos -o cuando la persona ya lleva más de dos semanas conectada al respirador artificial- se abre un pequeño orificio en el cuello a través del cual se inserta el tubo; ese procedimiento se conoce como traqueotomía, indica la Asociación Toráxica Estadounidense.
El respirador artificial per se no causa dolor, pero el tubo puede ser incómodo e impide hablar o comer. También puede incomodar cuando la persona intenta respirar a un distinto ritmo de la máquina.
Por eso, los médicos suelen dar sedantes y medicinas contra el dolor. También medicamentos para evitar que el paciente se mueva, de modo que no intente quitarse el tubo. “Ponemos a los pacientes a dormir con sedantes y medicinas contra el dolor al insertar el tubo y continuamos dándolas después para que puedan tolerar el respirador artificial”, indica Lamas.
A través de un monitor que mide la frecuencia cardiaca y respiratoria, presión arterial y saturación de oxígeno. Otras pruebas como radiografías de tórax y de sangre permiten medir los niveles de oxígeno y dióxido de carbono. Todo esto proporciona información al personal médico para saber cómo va el paciente.
Esta máquina puede salvar vidas, pero también implica riesgos. Tampoco soluciona la causa de la enfermedad, aclara la Asociación Médica Toráxica. Simplemente ayuda a “ganar tiempo” para que la persona pueda mejorar.
Siempre se trata de desconectar a la persona del respirador artificial lo más pronto posible. Algunas personas durarán horas, mientras que otras pueden durar días o hasta semanas. En algunos casos, el paciente tendrá que estar conectado de forma permanente, lo que implica tomar decisiones de hasta cuándo prolongar su vida. Para ello, existe lo que se conoce como directivas avanzadas, donde la persona pone sus deseos por escrito.
Se pueden desarrollar infecciones (el tubo puede facilitar que los gérmenes entren a los pulmones lo que puede causar neumonía), colapso pulmonar (neumotórax) o daño pulmonar (la presión que usa la máquina para suministrar aire a los pulmones puede deteriorarlos. Los médicos intentan evitarlo usando la menor cantidad posible de presión requerida. Las medicinas que se suministran mientras la persona está conectada también pueden ocasionar algunos efectos secundarios.